Los Muchachos de la Isla

"Las bellotas se convierten en árboles frondosos. La bellota del escultismo que sembró Baden Powell en Brownsea ha extendido sus ramas sobre el mundo entero"William Hillcourt. Llamado de reuniónAlgunas noches regreso en sueños a la isla de Brownsea. Me veo correr entre las tiendas de campaña, lleno de inquietudpor mi retraso. Me dirijo directamente al asta en la que ondea la banderausada en el sitio de Mafeking. Vuelvo a tener catorce años. Alrededor están los miembros de las cuatro patrullas: Toros, Lobos, Cuervos y Chorlitos. Cada guía porta su respectivo banderín. Mis compañeros lucen muy serios. Aguardan en perfecta formaciónla llegada de nuestro jefe. De inmediato tomo mi posicióndentro de la patrulla Toros. Estoy un poco apenado por haberme retrasado, pero el guía no me reprende; simplemente se coloca a un ladopara hacerme sitio. Una claridad extraña nos rodea: no parece laluz del alba, pero tampoco la del crepúsculo. Es como si estuviéramosen otra dimensión, en un lugar sin tiempo. Entonces se escucha el sonido del cuerno kudú -un lamentoronco y profundo que resuena en toda la isla con sorprendente potencia-anunciando la llegada de nuestro jefe, Baden-Powell, quienavanza hasta nosotros seguido por su pequeño sobrino Donald y suasistente, el mayor McLaren. Los tres caminan bajo un cielo sin nubes. Cuando el general está ante nosotros, mantenemos la posiciónde firmes y hacemos el saludo militar. Él sonríe complacido y dice: "Me siento orgulloso de ustedes. Quiero decirles que fue un gran honorhaber sido su jefe. El poco tiempo que pasamos juntos aquí fueuno de los mejores de mi vida y espero que también de la suya. Estoyseguro de que dentro de cien años la gente aún los recordará y hablarádel tiempo que pasamos en este lugar con la misma emoción quehoy evocamos una gran gesta militar."Estoy emocionado por lo que nuestro jefe acaba de decir, perotambién por el hecho de estar nuevamente allí, ante él, después detanto tiempo. El general se aproxima a las patrullas para pasar revista. Luceserio y al mismo tiempo complacido. Un viento suave proveniente dela bahía agita con delicadeza las ramas de los árboles, hace ondearlas cintas que llevamos cosidas al hombro y nos acaricia el rostro. Elcuerno kudú vuelve a sonar y poco a poco voy despertando.